El eje tiroideo es un ejemplo clásico de un circuito de retroalimentación endocrino. En este eje se distinguen 3 escalones: hipotálamo, hipófisis y tiroides. La hormona liberadora de tirotropina hipotalámica estimula la producción hipofisaria de hormona estimulante de la tiroides, la cual, a su vez, estimula la síntesis y secreción de hormonas tiroideas (HT).
Las hormonas tiroideas actúan por retroalimentación negativa inhibiendo la producción de TRH y TSH. El “punto de ajuste” en este eje es el establecido por la TSH. La TRH es el regulador positivo principal de la síntesis y la secreción de TSH. Al igual que otras hormonas hipofisarias la TSH se libera de forma pulsátil y presenta un ritmo diario; alcanza su nivel máximo por la noche.
En la práctica clínica se miden la TSH y las HT en el plasma. Las células tirotropas hipofisarias actúan no sólo como el locus de regulación del eje tiroideo, sino también como un comparador, pues el organismo considera que los niveles de hormonas tiroideas que recibe la hipófisis son “representativos” de los que están recibiendo otros tejidos periféricos. De esta forma, tejidos como el muscular o el adiposo no precisan emitir un mensaje propio sobre la recepción adecuada de HT.
Como factor externo al sistema, los estrógenos aparecen como estimuladores de la síntesis y secreción de TSH, hecho que puede servir para explicar la mayor incidencia de enfermedades de la tiroides en el sexo femenino.
Otro aspecto importante de la regulación de la glándula tiroides, no vinculado a la secreción de hormona tirotropa (TSH), es la denominada autorregulación tiroidea, íntimamente relacionada con la cantidad de yodo del organismo. Así, cuanto más yodo contiene la dieta, menos capta el tiroides, y viceversa.
La administración brusca de cantidades importantes de yodo reduce de forma notable la organificación del yoduro. Esta respuesta, hasta cierto punto paradójica, y que se ha utilizado en terapéutica, se denomina efecto de Wolff-Chaikoff. No obstante, este efecto del yodo es transitorio, ya que si continúa el aporte, la glándula se adapta a esta situación y se produce un «escape» de
las funciones tiroideas, incluso por encima de lo normal.