La eritropoyetina (EPO) es una hormona glucoproteica que se sintetiza principalmente en el riñón (90%) y el resto en el hígado. En la actualidad también se encuentra disponible en cantidades ilimitadas al obtenerse mediante ingeniería genética.
El mayor estímulo para su producción lo constituye la hipoxemia, a partir de un sensor situado en el túbulo proximal del riñón, estimulando las células progenitoras de los eritrocitos, dando lugar a un aumento del hematocrito y la hemoglobina. Estos cambios aumentan el aporte de oxígeno a los tejidos, pudiendo mejorarse la capacidad para realizar ejercicio aeróbico mantenido, que depende del aporte y utilización del oxígeno a los músculos.
Su utilidad clínica la constituye la anemia producida por la insuficiencia renal terminal (IRT), aunque con posterioridad se ha utilizado con éxito en la anemia debida a otras causas, como la de la artritis reumatoide, la secundaria a procesos malignos, inducida por quimioterapia (especialmente con cisplatino), la anemia hemolítica, la aplasia de células rojas, la anemia de los prematuros e incluso la secundaria al tratamiento con zidovudina en el sida.
La dosis y la frecuencia de administración determinan el incremento del hematocrito observado al administrar la hormona, siendo mejores los resultados cuando se administra de modo subcutáneo. A pesar de que las concentraciones de eritropoyetina regresan a la normalidad a la semana de la última dosis administrada, sus efectos se mantienen, dado que el incremento en la vida media de los hematíes que logra la EPO se mantiene durante 3 o 4 meses después de haberla retirado. Es aconsejable, que la supresión del tratamiento con EPO se realice con disminuciones progresivas para evitar la aparición de neocitolisis.
Eritropoyetina en el deporte
La EPO, al incrementar el número de hematíes y la oxigenación muscular, es capaz de aumentar el rendimiento en ciertos deportes de resistencia, como el ciclismo profesional y el esquí de fondo. Se cree que puede ayudar a reducir el esfuerzo fisiológico durante el ejercicio e incluso acelerar la recuperación tras el entrenamiento.
Recientemente, el consumo de esta sustancia está empezando a ser un problema no sólo entre los deportistas profesionales, sino también entre aficionados y jóvenes deportistas. Actualmente, con más frecuencia se recurre a la administración de eritropoyetina recombinante humana (rHuEpo), lo que ha permitido evitar el riesgo de infección y el inconveniente del almacenamiento que requiere el dopaje sanguíneo. Su administración ha demostrado ser eficaz para aumentar la concentración de hemoglobina (Hb), el consumo máximo de oxígeno (VO2máx) y la capacidad de trabajo físico.
En la actualidad, su detección constituye un reto en el control del dopaje, ya que la EPO recombinante no se puede distinguir fácilmente de la hormona endógena. Por ello, la medición del hematocrito (Hct) es una forma indirecta, pero útil, de detectar el consumo de esta sustancia prohibida; así, un hematocrito superior al 50% se considera demasiado elevado para la salud del deportista estableciéndolo como límite superior permitido. También se está procediendo a nuevos métodos de detección indirectos como a través de marcadores bioquímicos y sanguíneos de eritropoyesis alterada (Hct de reticulocitos, receptor de transferrina, % de macrocitos etc.) mediante técnicas de ELISA y métodos fotométricos; junto con técnicas de detección en orina, por lo que se recurre a un doble sistema de control de sangre y orina.
EPO y efectos secundarios
La mayoría de los efectos secundarios en los pacientes con IRT están en relación con un aumento de la viscosidad sanguínea secundaria a la elevación del hematocrito, incluyendo cuadros trombóticos, convulsiones e hipertensión. Estos efectos no se han documentado en los sujetos sanos, aunque existen informes que relacionan muertes inesperadas en varios ciclistas con el abuso de EPO.
Estos riesgos asociados al consumo de la hormona, pueden ser mayores en deportistas de resistencia, donde se pueden dar problemas de hemoconcentración debida a la presencia de deshidratación asociada al ejercicio prolongado o a los cambios de volumen plasmático posturalmente inducidos. También pueden influir otros factores, como la presencia de una gran variabilidad interindividual en la respuesta al fármaco y la persistencia del estímulo en la médula ósea varios días después de la última administración, pudiendo seguir aumentando peligrosamente la viscosidad sanguínea.
Actualmente, para evitar problemas en las recogidas de muestras de sangre, se tiende a proceder a extracciones al principio de la mañana y no inmediatamente después del ejercicio, para evitar la posibilidad de elevaciones del Hct producidas por un cuadro de deshidratación aguda.
Probablemente, durante los próximos años se asista a la aparición de problemas relacionados con el dopaje sanguíneo como un incremento en la aparición de casos de sobrecarga de hierro, eritrocitosis de origen desconocido, anemias inexplicadas, complicaciones tromboembólicas atípicas, etc.
Bibliografía:
http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1137-66272006000300005
https://www.sehh.es/archivos/informacion_fehh_fondo_capitulo11.pdf