La leche de vaca es uno de los alimentos que más controversia ha generado en los últimos años. Los más despiertos y conocedores de la nutrición holística sabemos que no es un alimento imprescindible a pesar de las creencias convencionales que la estipulan como si lo fuese. Hoy quería hablar sobre la betacaseína, una de las proteínas contenidas en la leche que según varias investigaciones está asociada con ciertos problemas de salud.
Índice
¿Qué es la betacaseína?
La betacaseína es una proteína contenida en la leche de cualquier mamífero, en la de vaca está presente en un 30 por ciento, junto a la caseína que todos conocemos (de gran utilidad en el ámbito deportivo), la lactoalbúmina o la lactoferrina entre otras.
Dentro de la misma se han diferenciado 2 tipos, la betacaseína A1 y la A2. La de tipo 1 es la problemática y en la que nos vamos a centrar.
La leche de vaca es un alimento que se lleva consumiendo desde hace unos 10 000 años, tras el inicio de la domesticación de animales. El primero de los animales fue la vaca y le siguieron la cabra y la oveja (a partir de aquí podría enrollarme con la lactosa y la enzima que la digiere pero el objeto de este artículo es sobre la betacaseína).
Sabiendo lo anterior, añadimos que la leche básicamente es agua con una ligera cantidad de azúcares, grasas, minerales y proteínas. Pues bien, se cree que en un principio la mayoría de las leches procedentes de vaca eran ricas en betacaseína A2, esta proteína está formada por 209 aminoácidos, de los cuáles la prolina se encuentra en la posición 67. En la betacaseína A1 existe el mismo número de aminoácidos pero en la posición 67 en vez de prolina hay histidina.
Este minúsculo cambio es el que ha revolucionado la mayoría de investigaciones alrededor de esta proteína, pues la betacaseína A1 se ha relacionado con problemas cardiovasculares y en especial con diabetes mellitus tipo 1.
¿Cuál es el problema de la betacaseína A1?
Uno de los péptidos derivados de la betacaseína A1 es la betacasomorfina. Estos péptidos se clasifican dentro del grupo de las exorfinas. Las exorfinas son péptidos (fracciones o partes de aminoácidos) que generan efectos opioides en nuestro organismo. Las exorfinas más estudiadas hasta la fecha son las provenientes de la caseína y el gluten. Aunque se desconozcan todos sus efectos en el cuerpo a nivel psicológico y conductual, en artículos anteriores ya hemos hablado de que las macromoléculas derivadas de la digestión de proteínas pueden traspasar la barrera intestinal si existe una excesiva permeabilidad. Esto hará que lleguen a zonas de nuestro cuerpo como el cerebro, superando eso sí la barrera hematoencefálica y sin haber sido detectadas por el sistema inmunitario.
Las betacasomorfinas han sido relacionadas con la aparición de diabetes mellitus tipo 1, aquí os dejo el enlace hacia el estudio completo, donde afirman que la betacasomorfina puede estimular la respuesta inmune de ciertas células blancas provocando daño en las células beta del páncreas, encargadas de producir insulina. En el estudio se ha encontrado una correlación muy interesante entre el consumo de betacaseína A1 y la diabetogénesis. Pero hay que decir lo siguiente: los sujetos valorados en el estudio eran niños adolescentes que consumían más de medio litro de leche, sólo eso. No se dice si practicaban ejercicio, si sus padres fueron diabéticos o si su alimentación era variada y equilibrada, tan sólo se correlacionó el consumo de betacaseína A1 y las posibilidades de desarrollar la enfermedad. Debido a que no se sacan conclusiones claras, que sirvan de fundamento sólido para afirmar que las betacasomorfinas de la leche son las culpables del desarrollo de esta enfermedad en consumidores frecuentes de leche, he decidido ir más allá y arrojar otras investigaciones que sugieren información contradictoria, o mejor dicho interesante, porque no rebaten lo expuesto hasta ahora.
¿Son malas las betacasomorfinas?
Más que malo sería mejor decir que no son buenas. Las casomorfinas en general son péptidos difíciles de digerir, muy resistentes a la acción de las pepsinas y las proteasas, llegándose a afirmar que pueden traspasar el intestino sin haber sido degradadas. No todas las casomorfinas tienen efectos opiáceos, pero en el sistema nervioso existen receptores de las mismas.
Según esta investigación de la fisióloga Dalila Martínez Muñoz, a nivel fisiológico se considera que tienen efecto en algunas funciones endocrinas e intestinales, siendo probable que sean controladas por receptores opiáceos en el intestino y no sólo por substancias endógenas como se suponía. Entre ellos se concluye que los péptidos opioides por digestión de los alimentos modulan la función pancreática endocrina aumentando o estimulando la liberación de insulina.
Esto nos ayuda a entender el estudio anterior realizado en adolescentes, pues sí que se corrobora esa correlación entre diabetes y casomorfinas, pero me resulta muy reduccionista limitarlo a eso sólo, sin tener en cuenta la actividad física o el resto de la alimentación.
¿Y qué pasa con la betacaseína A2?
Esta proteína es la que abunda en todas las leches de mamíferos, incluso en la humana. Se cree que debido a la domesticación de los animales, las vacas sufrieron una mutación genética que dió lugar a cambios biológicos en la leche, sobre todo en Europa, por ello la mayoría de las vacas que producen leche son de tipo A1. No solo por las casomorfinas, en este estudio se ha comprobado que las leches de tipo A1 son más problemáticas a nivel digestivo y generan muchas más intolerancias.
Las betacaseínas de tipo A2 que contienen la prolina en la posición 67 están más acorde con nuestra naturaleza y se comportan mejor dentro del aparato digestivo, además están libres de casomorfinas, en principio, debido a que éstas eran producidas por la alteración de la cadena de aminoácidos.
Las casomorfinas y la hiperglucemia
Como he dicho antes, dije que iba arrojar información interesante sobre las casomorfinas, pues en los estudios que he comprobado, éstas parecen aliviar algunas patologías provocadas por los niveles altos de glucosa.
Como se ha comentado, no todas las casomorfinas tienen efectos opioides, y de las que sí lo tienen las más potentes son las betacasomorfinas de tipo 4 y 5. En los estudios que voy a dejaros más abajo, se ha comprobado que la betacasomorfina de tipo 7 tiene efecto protector frente al estrés oxidativo que provoca la hiperglucemia (niveles altos de glucosa en sangre). En primer lugar reduciendo el daño cardiovascular, ya que mejoraba la función de las enzimas antioxidantes glutatión y superoxidodismutasa, en segundo lugar por inhibir la transición epitelio-mesénquima (migración de células a otras partes del cuerpo) y por último por reducir el daño a nivel renal inducido por los niveles altos de glucosa en sangre.
Aquí tenéis los estudios:
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/23562714
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/25882007
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/23658831
Ahora bien, los estudios fueron realizados en ratas y los efectos terapéuticos se observaron con las betacasomorfinas de tipo 7, que casualmente tienen un efecto opioide casi nulo.
Enfoque holístico sobre la betacaseína
Teniendo en consideración todo lo que hemos hablado, debemos aportar una visión más amplia del asunto para entender mejor el problema de la betacaseína.
En primer lugar es que debido a la domesticación de las vacas, éstas pasaron a adoptar una alimentación mucho más rica en hidratos de carbono de la que venían haciendo, en la que predominaban hierbas y fibra vegetal. Esta sobrecarga de hidratos de carbono (principalmente piensos artificiales, maíz y trigo refinado) junto a una reducción de su movimiento, cada vez más acentuado en éstos últimos años, les ha obligado a generar ciertos cambios en su organismo que han terminado afectando a su composición genética. Éstos cambios genéticos responden a la creación de mecanismos que regulen los niveles de glucosa a los que se enfrentan, y de aquí se entiende la producción de betacaseína tipo A1. Ésta es rica en exorfinas, de las cuáles la betacasomorfina 7 colabora en la regulación de los niveles de glucosa en sangre (que ya hemos visto en los estudios), estimulando la producción de insulina y reduciendo el estrés oxidativo que destaca a las hiperglucemias.
En segunda instancia puede ser que la modificación progresiva de esa betacaseína A2 al tipo A1 se haya producido por la presencia de exorfinas en la alimentación de las vacas, que como sabemos se alimentan de cereales, ricos en las mismas, especialmente trigo y maíz. Esto ha dado como resultado que la leche de vaca tenga una mayor concentración de casomorfinas. La producción de leche dentro de la vaca está aislada de la mayoría de sustancias provenientes de su alimentación, pero se ha visto que las casomorfinas son resistentes a las enzimas proteicas, pueden llegar a la sangre, traspasar la barrera hematoencefálica y como no llegar hasta la leche. Nuestro sistema nervioso central y periférico posee receptores endógenos de casomorfinas, las cuáles pueden alterar fisiológicamente las funciones endocrinas y pancreáticas, dando como lugar a posibles alteraciones cardiovasculares (diabetes mellitus tipo 1).
Por último, es posible que para que se produjeran los efectos nocivos de las casomorfinas, es necesario consumir una gran cantidad de las mismas, pues según las investigaciones (la primera que he puesto) se suministraron grandes cantidades de leche a los sujetos y es muy posible además que éstos consumieran también cereales en su dieta (eran adolescentes), por no mencionar que las leches de tipo A1 contienen menos valor nutritivo y que la actividad física es un factor crucial en el desarrollo de la mayoría de alteraciones cardiovasculares. En la investigación realizada no se habla de ello, pero tampoco lo podemos obviar.
En resumen, volvemos a repetir que la leche no es un mal alimento, pero la industria le ha hecho mucho daño y el tema de la betacaseína A1 es tan sólo una pincelada de tantas que juegan en contra de la leche. Es importante apostar por leches de tipo A2, como las de cabra y oveja o en el caso de vaca asegurarnos que es A2, sobre todo si vamos a dársela a nuestros hijos, que son más vulnerables. Los fermentos siguen siendo la mejor opción por su contenido en probióticos, especialmente el yogur. Me sigo reservando el consumo de leche para el ámbito deportivo y excluirla para el resto de situaciones. Como todo, la moderación en su consumo nos exime prácticamente de problemas, salvo casos especiales que ya conocemos (enfermedades autoinmunes, asma, celiaquía, micosis, permeabilidad intestinal…)
Espero que os sirva de ayuda, cualquier duda ponedla en los comentarios.
¡A seguid san@s no lo olvidéis!
Este artículo es un trabajazo por tu parte, de verdad. Agradezco mucho el tiempos que te tomaste en hacerlo, es buenísimo.